jueves, 11 de marzo de 2010

Apariencia y Felicidad


(Alberto Luceño, Director general unode50)


Tengo la costumbre de llevar una pequeña agenda a todos lados. No puedo vivir sin ella. La llamo “la pensadora”. Es de color marrón envejecido, está cuarteada, y se nota que tiene el devenir del tiempo. En ella, anoto palabras, frases, silogismos o temas curiosos en los que luego quiero reparar. Siento la necesidad de buscar “huecos” en la semana, para detenerme a analizar. No me engaño, y sé que es mi momento semanal. El único que me dedico a mí.
“La pensadora” es mi mejor aliada. En una de sus páginas cuarteadas y onduladas por alguna que otra lágrima, reza:
“El que es feliz no necesita demostrarlo, el que no lo es, debe aparentarlo”
Apariencia versus felicidad, importante dicotomía. ¿Cuánta gente dice que es feliz y sabemos que aparenta serlo?. Como pueden entender hay millones de respuestas. No pretendo hacer un tratado sobre la felicidad, lo único que pretendo es compartir con ustedes pensamientos transcritos en palabras.
La felicidad es la coherencia entre la vida que mantienes y la que quieres conseguir, es lograr la justa medida entre quien eres y quien quieres ser. Es ganar la batalla cotidiana a lo que los gerentes llamamos “ladrones del tiempo”. Aparentamos que podemos con todo. Tenemos estrictas “obligaciones sociales” de ser buenas personas, buenos trabajadores dando ejemplo. Ser buen padre, hijo, nieto o abuelo. Ser buen marido. Amigo de mis amigos. Dedicar el tiempo requerido a las personas que nos importan.
En mi caso, dedicarles mi vida y alma a mis hijos Javier y Alberto, a sus inquietudes, preocupaciones, ambiciones, alegrías, logros y sufrimientos. A mi mujer Charo, el tiempo necesario a escuchar, aprender, comprender, valorar y aconsejar. Con mis amigos, el ayudar, estar ahí, aportar, escuchar y juzgar. A mis padres, el cuidado, la escucha, paciencia, madurez y sobretodo agradecimiento y mucho tiempo. A mi trabajo, la dedicación en gestión, optimismo, pro actividad, dar ejemplo y aprender mucho de las personas.
Perdonen … ¡todo esto en un día!. Complicado, tarea ardua. Mucha apariencia y poca felicidad. Hay que tratar de identificar nuestro “destino ideal” con el “destino real” según Ortega. La felicidad, no existirá sin la congruencia entre lo que somos y lo que aparentamos. Lo bueno que tiene, es que no se le puede engañar, es la auténtica plenitud del espíritu y por lo tanto el “ser” es el único capaz de sentirla. Puede, efectivamente, la familia, los amigos, el trabajo, los logros, contribuir a generar un ambiente o situación de felicidad, pero el verdadero pilar de ella es radicalmente SOLITARIA. La apariencia tiene que estar ratificada por la autenticidad, por lo genuino, que a veces sigue un camino distinto de la convivencia, adulación, temor, etc.

Hazte con tu libreta, coge bolígrafo y escribe: ¿Soy feliz?

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